José Martínez Alcántara: el Gran Maestro campeón del mundo

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Con la timidez propia de la infancia, a los seis años posó su pequeño pie en un escaque desierto de un tablero de ajedrez familiar.

Desde ese rincón, miró con asombro un mundo que se le abría ante si, un mundo totalmente desconocido que lo deslumbraba y atraía.

Miró a su costado y vio erguidos reyes y bellisimas reinas, contempló con admiración la bravura de corceles dispuestos a darlo todo por una causa, la avidez de alfiles que con elegancia transitaban el campo de batalla, unidos a firmes torres que defenderían con voluntad de hierro todo viento que viniese en su contra.

Y vio peones, chicos en tamaño pero que guardaban gigantes en su interior.

Vio peones que jamás darían un paso atrás, y si se inclinaban y andaban de lado, sería siempre para avanzar.

Vio peones que con bravura de héroe, y sin la menor duda, se enfrentarían en luchas desiguales en cuanto a tamaño con quien osara ponerse en su frente.

Vio peones que serían capaces dejar una huella en el tablero para llegar a pisar el horizonte y obtener un título que lo transformara, que lo reconociera como un GRAN PEÓN, un gran luchador del tablero, un ganador en la vida.

Miró a un lado y buscó respuestas: «¿que es esto?» balbuceó…

Y escuchó,

miró,

aprendió

y decidió entrar.

Con su mano dijo adiós, colgó una mochila sobre su espalda y empezó a dar sus primeros pasos.

Así fue conociendo con su propia experiencia, cuanto se debe cuidar a un rey para que no fuera amenazado con facilidad, como permitir la salida de su señora esposa solo cuando ya existan otros que descubrieran el camino.

Y a medida que conocía estas cosas, comenzó a llenar su mochila de objetos. Al principio fueron diplomas, que reconocían su capacidad y comportamiento, luego llegaron las medallas y plaquetas que aseguraban que los conocimientos empezaban a agruparse en la cabecita de este niño que ya pisaba la adolescencia.

En Rumania, mejor del mundo sub-13

Y siguió andando por el tablero y la experiencia le decía que la «petisita gorda» era al igual que «el flaco alto» más útiles cuando ningún compañero suyo obstruía su camino, y que si uno de los 8 enanos quedaba sin nadie a su frente o al costado, se tornaba sumamente peligroso.

Paso a paso fue haciendo suyo el tablero, se sintió cómodo, fue su casa.

La mochila se siguió llenando, ahora con trofeos, primero en  su entorno, luego en su país y luego fuera.

El planeta entero a sus 13 años se rindió a sus pies para que el mundo conociera su nombre.

Y José Martínez Alcantara, dejó su timidez, y fue lo que quiso ser.

Tanto en Rumania como en Uruguay, fue el 1.

José es lo que quiso ser.

El 2017 se terminaba y llegó a Chile, con las mismas ganas de siempre.

Su mochila repleta venía abierta, quería algo que le faltaba, su cierre no cumpliría la función de clausurar la entrada, hasta que encontrara lo que buscaba.

Y Arica lo hizo posible.

Uruguay 2017, nuevamente el mejor del mundo. Ahora sub-18

Y José lo hizo realidad.

Cruzó la linea que aún le faltaba cruzar. Traspasó esa mítica raya con el número 2500 para que de ahora en más dos letras en mayúsculas luzcan delante de su nombre.

José será desde ahora un nuevo Gran Maestro.

José Martínez Alcántara, a los 6 años vio un peón, y quiso ser uno.

Porque tampoco daría jamás un paso atrás, porque con bravura de héroe lucharía contra lo que fuera necesario, porque también él, chiquito y tímido, guardaba un gigante en su interior,  y porque también  sería capaz de dejar su huella en el tablero, pisar el horizonte más lejano, y de demostrarle al mundo que sería un gran peón, un peón ganador, un GANADOR DE LA VIDA.

 

¡Felicitaciones José!

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