La forma de transitar el camino que lo terminó dejando en lo más alto, fue hecha con gran sutileza, como hasta queriendo pasar desapercibido que venía escalando esa montaña primaveral, y solo al final, cuando ya tanto las especulaciones como los presagios del futuro quedan a un lado, hizo ver su figura en la cima, sin ningún rasguño que fuera señal clara de haber sufrido algún tipo de revés en su trayecto.
Esta Primavera «trebejiana», tuvo variados colores y aromas que se fueron alterando en el transcurso de la competencia, y cuando aún estaban todos al pie de la montaña, todos en el mismo nivel, las especulaciones mostraban a tres que por sus veloces antecedentes figuraban como los más aptos para disfrutar la vista desde lo más alto al terminar el trayecto.

Ibáñez, Lanzilotta y Avedissián, eran mirados con ojos suspicaces pues entre ellos iba seguramente a estar ese que pusiera su figura en la mayor altura.
Ibáñez tuvo un revés ni bien al comenzar a caminar y el que puso a relucir su estrategia fue Alexander quien en la ronda 3 ya estaba en la mesa uno, derrotaba a su único compañero en la cima y quedaba allí de forma solitaria y dependiendo exclusivamente de si mismo.
Pero como escondido entre los arbustos, y al igual que la personalidad que lo caracteriza, venía tratando de pasar desapercibido Marcelo, sin hacer ruido, en silencio, escalando sin prisa, pero sin pausa, dejando totalmente a un lado, a todo aquello que se le pusiera en su camino y le quisiera impedir su ascenso.
Ganó la primera vez, el día del debut, y también la segunda una semana después. La tercera partida no la pudo ganar.
El debut con Julio Meneses
Segundo paso ante Juan Topolansky
La tercera fue la única ronda en la que el calendario no vio un triunfo de Marcelo. Sin embargo no fue derrotado.
Obligaciones familiares lo alejaron tanto de la competencia como del tablero número 1, en el que había disputado su segunda partida. Pero en silencio y como si lo hiciera en puntas de pie, siguió su ascenso de forma imperturbable, un poco más lejos de las «luces» de la mesa principal, pero desde la 3, acechando con calma y persistencia.
Nélson Moreno, su rival de negras en la tercera
La quinta ronda lo volvió a ver de nuevo en la mesa número uno, y nada menos que para tener a su frente a quien había ganado todo hasta ese momento. Esa partida fue la «visagra» del campeonato, todo podía definirse allí. Marcelo tuvo más hinchas a su favor que nunca, de su victoria dependían varios para seguir con vida en el torneo.
Y el profe se llevó el punto y el entrevero en la tabla se hizo realidad al terminar la ronda 5.
Y el torneo llegaba a su fin, era todo o nada. Y a su frente, su pequeño- gran amigo, que aunque parezca un juego de palabras, un oximoron sacado de un taller literario, quizás sea el término que se ajusta más a la realidad.
Y sin dudas y el ajedrez tiene miles de anécdotas en ese sentido, el tener a alguien por quien sentimos un gran afecto a nuestro frente buscando el mismo objetivo que nosotros, provoca sensaciones encontradas.
Pero sin embargo siempre resuena en el aire aquella añeja conversación, cuando alguien que estaba en una misma situación se lo planteaba a otro:
.- » cómo le voy a ganar una partida de ajedrez si es mi amigo!»;
.- pero esto es un juego, un deporte, en el que uno compite y en la competencia siempre ambos deben dar lo mejor, sino deja de ser competencia»,
.- ¿y si se enoja si le gano y deja de ser mi amigo?;
.- «tranquilo, si se enoja y pasa eso, no perderás nada, porque sencillamente no era tu amigo».
Cada partida, como cada día de la vida, debe dejar una enseñanza, y para que eso sea posible, hay que dar todo en ambas, «dar hasta cansarse», y así si, al final del día, como al cierre de cada partida, si somos buenos alumnos y sabemos «ver» habremos aprendido y mucho.
Compartimos las imágenes de la premiación, con la falta del joven Manteiga quien se llevó el vicecampeonato, pero que no estuvo en el momento de la entrega de trofeo y medallas.



